jueves, 4 de septiembre de 2025

RICHARD FORD, EL VIAJERO ROMÁNTICO QUE LLEGÓ A RIOTINTO EN 1832

 A lo largo del siglo XVIII los jóvenes ingleses adinerados, una vez acabados sus estudios, acostumbraban a viajar a Francia, Suiza e Italia, como complemento de su educación. Una vez terminada la Guerra de la Independencia en 1814, de España contra la Francia de Napoleón, los oficiales aliados del ejército británico decidieron visitar España por la buena impresión que le había causado durante la contienda.


Riotinto pintado por Richard Ford el 14 de mayo de 1832 - Lápiz sobre papel -Colección de la Familia Ford, Londres

Richard Ford nació en Londres en 1796, era hijo del abogado, parlamentario y creador de la policía montada de Londres también llamado Richard Ford. Heredó una gran fortuna de su abuelo que fue coleccionista de arte y director de la Compañía Británica de las Indias Orientales y aunque se graduó en leyes en Oxford, nunca llegó a ejercer. Ford llegó a relacionarse con el duque de Wellington y con el mismísimo Beethoven en Viena y posiblemente haya sido la personalidad extranjera que más ha contribuido a difundir la imagen de España al resto de Europa.

En 1824 se casó con Harriet Capel, la hija del conde de Essex. Pero la señora Ford  tenía una salud delicada y cuando en 1830 enfermó, su marido decidió llevarla junto a sus tres hijos, no a Lisboa que era en aquel momento un punto de reunión de los enfermos británicos, sino a otro lugar donde disfrutara de un clima seco y caluroso al sur de Europa. Se estableció en Sevilla, por su cercanía a Gibraltar, que habían llegado días antes navegando en el vapor H.M. Brig Guardian y ascendido por el Guadalquivir hasta Sevilla.

Se hospedaron en pleno Barrio de Santa Cruz, en la plaza de San Isidoro, num.10 durante los siguientes tres años, aunque los veranos los solía pasar en la Alhambra de Granada, en el Palacio del Partal, al igual que hiciera su amigo e historiador americano Washington Irving, autor de los famosos Cuentos de la Alhambra.



Desde el primer momento Ford se sumergió en la vida cotidiana de Sevilla. No frecuentó mucho la sociedad aristocrática, sino que se interesó por el baile andaluz, el teatro, la caza, los toros, la literatura, los libros y la pintura española; de hecho era buen dibujante y pintó una gran cantidad de acuarelas y dibujos a carboncillo de paisajes y de la arquitectura española que permiten reconstruir la imagen de España, tal como era en los años posteriores a la guerra contra Napoleón.


"La casa de Frasquito Sánchez" pintado por Lewis en 1835 (Palacio del Partal - Alhambra de Granada) y en la actualidad

Como amante de la pintura también adquirió cuadros de Murillo y Zurbarán que había comprado en su periplo español. Durante su estancia en Granada, Ford se hizo de una tabla decorativa medieval tallada en madera a modo de friso de la Torre de las Damas, en el Palacio del Partal de la Alhambra, de unos 2,25 metros de longitud y que era una parte muy importante del conjunto monumental nazarí, posiblemente de la época del sultán Muhammad III (1302-1309). Después de casi 200 años la familia descendiente de Ford entregó en el año 2021, en un gran gesto de generosidad, ese arrocabe al Patronato de la Alhambra y Generalife para que una vez restaurada se incorporara nuevamente al monumento granadino y luciera otra vez con todo su esplendor.

Arrocabe nazarí antes de su restauración. Patronato de la Alhambra y Generalife 


Pero Richard Ford era un hombre activo e inquieto y durante los tres años que permaneció en España decidió recorrer por puro placer todo el país montado en un caballo cordobés ataviado con traje de bandolero andaluz, realizando más de tres mil kilómetros en su andadura. Desde Andalucía hasta Galicia, Madrid, Cataluña, Valencia, Aragón, País Vasco, Extremadura, Castilla La Mancha y Castilla León. Cuenta la historia que pretendió obtener un salvoconducto del conocido bandolero José María el Tempranillo, pero nunca lo llegó a encontrar.


LA VISITA DE RICHARD FORD A RIOTINTO 

Un arroyo delgado verde y color de cobre se retuerce bajo un bosque de abetos y es el río teñido del que el pueblo toma su nombre.

El día 13 de mayo de 1832 Richard Ford parte a caballo desde Sevilla con su mozo de cuadra para realizar una larga expedición hasta Santiago de Compostela, por la Vía de la Plata, pasando por Riotinto y Aracena.

La Ruta VIII desde Sevilla hasta Riotinto la define así:

Una gira a caballo por malos caminos y peores posadas; cuídese de ir bien provisto de comida. Por varios motivos es aconsejable llevar una escopeta inglesa de dos cañones”.

Tras pasar por la Venta de Pajanosa, Algarrobo y El Castillo de las Guardias y recorrer 13 leguas, el lunes 14 de mayo de 1832, llega al pueblo de Minas de Rio Tinto.




Detalle de Riotinto pintado por Richard Ford el 14 de mayo de 1832 - Lápiz sobre papel -Colección de la Familia Ford, Londres

Richard Ford relata así su llegada al pueblo minero de Riotinto

80 años antes que Concha Espina en su Metal de los Muertos, Ford ya había definido a estas minas como un suburbio infernal.

El lado rojo y desnudo de la montaña de cobre, la Cabeza Colorada con nubes de humo caracoleando sobre oscuros pinares anuncia desde lejos las famosas minas. Las cercanías inmediatas del pueblecito son semejantes a las de un suburbio infernal, el camino está hecho de cenizas quemadas y escoria, las paredes se componen de ganga semejante a la lava, mientras que los mineros demacrados con rostros descoloridos y ropa ennegrecida parece dignos habitantes de tal lugar; un arroyo delgado verde y color de cobre se retuerce bajo un bosque de abetos y es el río teñido del que el pueblo toma su nombre.

El famoso Río Tinto ya contenía grandes proporciones de metales pesados y Richard Ford se hace eco de lo que había narrado Diego Delgado en 1556 a Felipe II.

Este arroyo fluye del interior mismo de la montaña y se supone que está unido a algún conducto interno antiguo aún por descubrir y es de aquí de donde se obtiene el cobre más puro; se colocan barras de hierro en cauces de madera que se sumergen en el agua cuando se deposita en ella alguna cáscara o partícula metálica que es arrojada de allí; la barra es entonces sometida al mismo proceso hasta que queda completamente corroída. El agua es mortalmente venenosa y ni animales ni vegetales pueden vivir cerca de ella ya que mancha y corroe todo lo que toca.

 

Respecto a la constitución del pueblo de Riotinto, en el que solo estuvo un día durante su visita, Ford se informó muy bien y lo describe como sigue:

El pueblo está construido a cosa de una milla de las minas y fue edificado por un cierto Liberto Wolters, un sueco a quien Felipe V concedió las minas en arrendamiento, pero revirtieron a la corona en 1783.

Está habitada principalmente por mineros, pero hay una posada decente; los empleados y la gente oficial tienen una calle para ellos solos. La vista desde lo alto de la iglesia es notable, la ciudad ya a nuestros pies con su arroyo y sus naranjales; a la izquierda se levanta la cortada montaña de cobre, envuelta en coronas sulfúricas de humo, mientras a la derecha, la magnífica ladera llena de abetos se abastece de combustible a los hornos, La Mesa de Los Pinos, está apuntalada por una interminable extensión de colinas cubierta de cistos.

Richard Ford también se interesa por el duro trabajo de los mineros.

Visítese el Castillo de Salomón en la Cabeza Colorada. Al entrar en la galería se llega enseguida a un pozo al que se baja por una escalerilla hasta llegar a una galería más profunda, el calor aumenta con la profundidad ya que no hay ventilación; en el fondo el termómetro llega a 80º Fahrenheit (27º C) y los mineros que hincan cuñas de hierro en la roca antes de utilizar los explosivos, trabajan casi desnudos y la poca ropa que llevan está completamente empapada de sudor. La escena es sombría, el aire denso y venenoso, el relucir vacilante de las luces de los mineros azul e irreal; aquí y allá se ven figuras con lámparas colgando del pecho que van de un lado para otro como inquilinos de los salones de Eblis y desaparecen bajando con escala a la profundidad más honda. Es melancólico el sonido de la piqueta del trabajador solitario, que, sin otra compañía que sí mismo, en su hornacina de piedra, martillea su prisión de roca como un demonio encarcelado que trata de salir por la fuerza hacia la luz y la libertad.

 

… y relata, de manera breve pero precisa, el método de producción de cobre en la etapa de arrendamiento de las Minas de Rio Tinto al Marqués de Remisa:

El cobre se encuentra en forma de piritas de hierro y produce alrededor del 5%. Las estalactitas son muy bellas porque dondequiera que el agua gotea por el techo de la galería forma carámbanos que se dirían de esmeralda y amatistas, pero estos brillantes colores se oxidan al aire libre, cambiando enseguida a marrón pardoso. Cuando la zafra o mineral bruto se extrae, se lleva a la calcinación en la cumbre del monte y allí se quema tres veces al aire libre; el azufre se sublima y se disuelve en nubes de humo, mientras el metal bruto que parece una especie de carbón de hierro es llevado a ser fundido en casa situadas junto al arroyo cuya agua mueve los fuelles. El metal se mezcla primero con partes iguales de carbón y escoriales, prefiriéndose para esto los antiguos, y luego se funde con brezo, que es una especie de combustible compuesto de cistos y romero. El hierro fluye como lava y el cobre se precipita en un cuenco o copella situado debajo. Luego se refina en hornos o reverberos y así pierde cosa de un tercio de su peso; la espuma y las impurezas se raspa con una azada de madera. El cobre puro entonces es enviado a Sevilla a la fundición de cañones o bien a Segovia a ser acuñado.

Como no podía ser menos que otros lugares que Richard Ford visitara en 1832, también realiza un extraordinario dibujo a lápiz sobre papel del pueblo de Riotinto.

Este es el único dibujo que tenemos de esa época y que gracias a la Colección de la Familia Ford de Londres se puede disponer de este inédito documento gráfico del antiguo pueblo de Riotinto.



Detalle de Riotinto pintado por Richard Ford el 14 de mayo de 1832. Colección de la Familia Ford, Londres


Richard Ford no era un artista profesional, le atraían lugares, a priori, poco relevantes, y cuando se acercaba a pueblos y ciudades prefería las vistas generales retratando el entorno y su periferia, como lo hizo en Riotinto. Sus dibujos y acuarelas sirven por tanto como memoria fiel de un tiempo que no conocimos y que ahora podemos verlo como si se tratara de una ventana abierta al pasado.

Se trata de un dibujo a lápiz sobre papel del desaparecido pueblo de Riotinto, en época del arrendamiento de las minas al Marqués de Remisa al borde de la corta filón sur, visto desde la parte oeste, centrado como valor principal en la torre de la iglesia de Santa Bárbara y en sus casas de alrededor. Iglesia construida en la zona central del pueblo sobre 1769 en época de Francisco Thomás Sanz. Una iglesia con campanario y reloj con capacidad para 600 fieles, que años más tarde se ampliaría para 900 personas y cinco retablos, el mayor de ellos dedicado a Santa Bárbara. Al final de la manzana que ocupaba la iglesia sería construido el ayuntamiento del pueblo, al lado de lo que sería la Plaza de la Constitución, pero según se puede observar en el dibujo de Ford aún no han sido derribadas esas casas para levantar el consistorio. Frente de la iglesia los ingleses construirán el edificio de ladrillos vistos de la dirección de la Rio Tinto Company Limited.

La montaña dibujada en la parte izquierda del papel se corresponde con el famoso Cerro Salomón y la pintada en la parte derecha es el conocido Cerro de las Vacas, al que se accede por un serpenteante camino. El pueblo se derrama sobre las laderas del Cerro Salomón para terminar en las fértiles huertas de árboles frutales situadas al lado del viajero pintor.

Todo el entorno de Riotinto lo pinta como cuentan las crónicas de la época, lleno de arboleda, como pinares, encinas, alcornoques y de monte bajo como jaras, brezo, jaguarzos y que años más tarde arrasaría el monte la explotación de las teleras del arrendatario de las minas al Marqués de Remisa. Pero a Ford le gustaba plasmar en sus dibujos la vida cotidiana y social, por eso pintaba algunas personas en su entorno y en el caso de Riotinto pinta a varios personajes por las calles del pueblo, en las esquinas y a otras personas como si fueran camino del huerto; huerto de minero.

Según describió Pascual Madoz en su Diccionario Geográfico-Estadístico algunos años después, en las laderas del Cerro Salomón, se construyeron las viviendas del pueblo y que cuando Ford las dibujó en 1832 había unas 153 casas modernas de buena construcción repartidas en diferentes calles y plaza, empedradas y muy limpias, contando con 170 vecinos ó 844 almas. Tiene una escuela de instrucción primaria concurrida para 30 niños y otra de niñas. El terreno es muy pintoresco cercado de montes cubiertos de pinos; el clima es muy sano y no se conocen enfermedades endémicas. Hay unas 7 huertas de frutales, ganado cabrío en corto número y caza de conejos y perdices. Todos los vecinos son operarios de las minas y hay además 4 molinos harineros. La riqueza productiva no se puede determinar por cuanto el pueblo y su pequeño término son de la hacienda pública.

 

Al día siguiente de la corta estancia en Riotinto, 15 de mayo de 1832, Ford partiría temprano camino de Aracena, a cinco leguas de distancia y seis horas a caballo, llegando a Campo Frío pasando por aromáticas dehesas, colinas verdes y cielos azules.

 

En 1833 Richard Ford regresa con su familia a Inglaterra quedando enamorado del país donde residió tres años atrás, incluso continuó manteniendo la forma de vestir al estilo español, con la zamarra hecha con piel y lana de oveja merina que había utilizado durante sus viajes por España, enamorándose de estas tierras y de sus gentes.

 

En los jardines de su casa de Exeter, al suroeste de Inglaterra, plantó flores y cipreses imitando el Generalife de la Alhambra, edificó una casa de estilo neomudéjar, copiando las yeserías y alicatados de Granada y adornó el patio con césped y macetas como se embellecía en Andalucía. Allí instaló una extensa biblioteca de libros en español junto a su gran obra pictórica de más de 500 dibujos a lápiz, tinta y acuarelas de sus viajes por España y plasmado en papeles de muy diversa calidad y formato. Los dibujos pintados por Richard Ford, realizados antes de nacer la fotografía, han permanecido hasta hoy en poder y custodia de su familia, que ha conservado ese maravilloso legado en su integridad, único referente ilustrado para conocer los paisajes españoles de los años 30 del siglo XIX.


En 1844 Richard Ford, a través  John Murray el editor más conocido del momento, decidió escribir una guía contando toda su experiencia y recuerdos vividos sobre los paisajes y costumbres de España, titulando el libro Handbook for Travellers in Spain - Manual para viajeros en España - y aunque resultó ser demasiado largo, con 1.064 páginas, y caro para la época, con un precio de 30 chelines, en el primer día se vendieron seiscientos ejemplares de los dos mil de la tirada inicial, causando de inmediato una gran impresión y aceptación entre el público, por lo que ha sido considerado como uno de los mejores libros de viaje del siglo XIX que se han publicado sobre España en lengua inglesa.

En la introducción del libro Ford escribe “Los viajeros que aspiran a lo romántico, lo poético, lo sentimental, lo artístico, lo antiguo, lo clásico, en una palabra a cualquier tema sublime y bello, encontrarán en el actual y el antiguo estado de España material suficiente si vagan con lápiz y cuaderno en ristre por este curioso país, que oscila entre Europa y África, entre la civilización y la barbarie”.


"Handbook for travellers in Spain" - Tercera edición de 1855 


En 1847 aparece una segunda edición más corta y en 1855 una tercera aún más abreviada también en inglés y en la que inserta esta extraordinaria frase en la portada del ejemplar:

QUIEN DICE ESPAÑA – DICE TODO


El libro, escrito de manera pintoresca, describe muchos detalles de las costumbres españolas de la época, los caminos de herradura, las posadas, los caballos, la vestimenta, la cocina, los vinos, los toros, las fiestas, la medicina, el tabaco, los contrabandistas y la geografía española.


De Richard Ford se puede decir que ha sido la personalidad extranjera que más ha contribuido a difundir la imagen de España al resto de Europa.

Tres años más tarde de publicar su obra cumbre, Handbook for Travellers in Spain, el 31 de Agosto de 1858, y sin haber vuelto nunca a su querida y añorada España, moría Richard Ford. Sería enterrado con su chaqueta negra española, hecha con piel de oveja, todo un acto que le unía definitivamente a España, el país que tanto amaba.


En el diario inglés The Times apareció un obituario escrito por William Stirling que no dudó en afirmar, al referirse al “Manual”, que “un logro literario tan grande no había sido llevado a cabo nunca bajo un título tan humilde.

El funeral tuvo lugar en Heavitree, Exeter y en su lápida se puede leer la siguiente inscripción,

“Rerum hispaniae indagator acerrimus”

“El más inteligente investigador de las cosas de España”, como bien correspondía al más entusiasta hispanista del siglo XIX, al curioso impertinente como diría Ian Robertson, al viajero pintor, al viajero romántico enamorado de España.


AGRADECIMIENTOS                                                      

 -  Colección de la Familia Ford, Londres 

- Francisco Javier Rodríguez Barberán, comisario de la Exposición Richard Ford. Viajes por España (1830-1833) del Museo de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando de Madrid

BIBLIOGRAFÍA                                                                   

- https://dialogosenlacallesanz.blogspot.com/

https://www.realacademiabellasartessanfernando.com/assets/docs/catalogos_exposiciones/Richard_Ford/Richard_Ford-Cat1.pdf

- Handbook for travellers in Spain. Richard Ford. John Murray, London, 1855

- Richard Ford y Sevilla (1830-1833). Una Antología – Francisco Javier Rodríguez Barberán - Ayuntamiento de Sevilla 2007

- Las cosas de España – Richard Ford – Prólogo de Gerald Brenan – Ediciones Turner 1974

- Manual para viajeros por Andalucía y lectores en casa – Richard Ford – Ediciones Turner 1980

- Diccionario Geográfico-Estadístico-Histórico de España y sus posesiones de Ultramar – Pascual Madoz – 1845-1850

. https://museobandolero.blogspot.com/2013/11/viajero-romantico-richard-ford.html

https://historiadelaprovinciadehuelva.blogspot.com/2019/11/los-viajes-del-hispanista-britanico

. https://barbararosillo.com/2022/10/09/richard-ford-un-viajero-ingles-en-la-espana-del-romanticismo/

https://www.zendalibros.com/richard-ford-escribe-de-espana-en-1830

https://en-clase.ideal.es/2019/10/25/mustapha-busfeha-garcia-dijeron-de-granada-xxvii-richard-ford

. https://www.alhambra-patronato.es/notas-prensa/la-alhambra-recupera-un-arrocabe-medieval-de-la-torre-de-las-damas-desaparecido-casi-dos-siglos

domingo, 10 de agosto de 2025

THE RIO TINTO MINE – ITS HISTORY AND ROMANCE

Hoy me ha llegado desde la librería Burwood Books, de la localidad de Suffolk al este de Inglaterra, el ejemplar original del libro THE RIO TINTO MINE – ITS HISTORY AND ROMANCE escrito por William Giles Nash y editado por SIMPKIN MARSHALL HAMILTON KENT & CO LTD en Londres en 1904.

Otro libro básico para entender la historia de las milenarias Minas de Rio Tinto.



El libro está dedicado, con los saludos del mismo autor Nash , al Sr. W.H. Prentice el 12 de mayo de 1912 desde Rio Tinto, adjuntando como cortesía una tarjeta de visita del escritor.
Libro dedicado a W.H. Prencite el 12 de mayo de 1912



William G. Nash , de nacionalidad australiana, casado con Mariana Mauricio Bálcenas González fue director del Departamento de Tierras y Ganados de la Rio Tinto Company Limited desde 1885 hasta 1923.
William Giles Nash, en una fotografía junto al staff de la RTCL en 1921

Debido a su cargo en la compañía minera fue uno de los responsables de valorar y pagar las indemnizaciones que los agricultores de la cuenca minera reclamaron por las pérdidas en sus cultivos ocasionadas por los gases sulfurosos que emanaban de las Teleras.

El siguiente documento es un extracto de las indemnizaciones recibidas por Juan Carvajal en las fincas de su propiedad en el término de Zalamea la Real.

Indemnizaciones en las fincas de Juan Carvajal. Archivo de Manuel Lancha Lancha

Año 1899

    En 28 de Noviembre del presente año recibí de la Empresa (Limitada) de las Minas de Riotinto por indemnizaciones de los daños causados en mis fincas en este referido año por los humos sulfurosos de las calcinaciones, la cantidad de nueve mil seiscientos reales, la misma cantidad que recibí por igual concepto en el año anterior---------

El libro THE RIO TINTO MINE – ITS HISTORY AND ROMANCE puede leerse y descargarse en el siguiente enlace:

https://archive.org/details/riotintomineitsh00nashrich


Librería Burwood Books Ltd 

William Giles Nash tambíen escribió y publicó otro libro en el año 1924 con en título AMERICA - THE TRUE HISTORY OF ITS DISCOVERY


Libro escrito por Nash en 1924 


jueves, 15 de mayo de 2025

𝙉𝙊𝙏𝙀𝙎 𝙊𝙉 𝙏𝙃𝙀 𝙈𝙄𝙉𝙀𝙎 𝙊𝙁 𝙍𝙄𝙊 𝙏𝙄𝙉𝙏𝙊 - 1865

𝙅𝙊𝙎𝙀𝙋𝙃 𝙇𝙀𝙀 𝙏𝙃𝙊𝙈𝘼𝙎


𝘉𝘪𝘣𝘭𝘪𝘰𝘵𝘦𝘤𝘢 𝘉á𝘴𝘪𝘤𝘢 𝘥𝘦 𝘙𝘪𝘰 𝘛𝘪𝘯𝘵𝘰

🔵 𝘎𝘳𝘢𝘤𝘪𝘢𝘴 𝘢 𝘭𝘢 𝘽𝙞𝙗𝙡𝙞𝙤𝙩𝙚𝙘𝙖 𝙙𝙚𝙡 𝙄𝙣𝙨𝙩𝙞𝙩𝙪𝙩𝙤 𝙂𝙚𝙤𝙡ó𝙜𝙞𝙘𝙤 𝙮 𝙈𝙞𝙣𝙚𝙧𝙤 𝙙𝙚 𝙀𝙨𝙥𝙖ñ𝙖 (𝙄𝙂𝙈𝙀, 𝘾𝙎𝙄𝘾) 𝘩𝘦 𝘱𝘰𝘥𝘪𝘥𝘰 𝘤𝘰𝘯𝘴𝘦𝘨𝘶𝘪𝘳 𝘦𝘴𝘵𝘦 𝘦𝘫𝘦𝘮𝘱𝘭𝘢𝘳 𝘦𝘴𝘤𝘳𝘪𝘵𝘰 𝘦𝘯 1865 𝘱𝘰𝘳 𝑱𝒐𝒔𝒆𝒑𝒉 𝑳𝒆𝒆 𝑻𝒉𝒐𝒎𝒂𝒔. 𝘕𝘖𝘛𝘈𝘚 𝘚𝘖𝘉𝘙𝘌 𝘓𝘈𝘚 𝘔𝘐𝘕𝘈𝘚 𝘋𝘌 𝘙𝘐𝘖 𝘛𝘐𝘕𝘛𝘖. 𝘗𝘶𝘣𝘭𝘪𝘤𝘢𝘥𝘰 𝘦𝘯 𝘓𝘰𝘯𝘥𝘳𝘦𝘴 𝘦𝘯 1865 𝘱𝘰𝘳 𝘭𝘢 𝘦𝘥𝘪𝘵𝘰𝘳𝘢 𝘞𝘈𝘙𝘙𝘌𝘕 𝘏𝘈𝘓𝘓 & 𝘊𝘰., 𝘦𝘯 𝘊𝘈𝘔𝘋𝘌𝘕 𝘙𝘖𝘈𝘋 𝘯º 88

🟠 𝘓𝘪𝘣𝘳𝘰 𝘦𝘴𝘤𝘳𝘪𝘵𝘰 𝘢𝘯𝘵𝘦𝘴 𝘥𝘦 𝘱𝘳𝘰𝘥𝘶𝘤𝘪𝘳𝘴𝘦 𝘭𝘢 𝘷𝘦𝘯𝘵𝘢 𝘥𝘦 𝘭𝘢𝘴 𝘮𝘪𝘯𝘢𝘴 𝘢𝘭 𝘤𝘰𝘯𝘴𝘰𝘳𝘤𝘪𝘰 𝘪𝘯𝘨𝘭é𝘴 𝘦𝘯 1873, 𝘱𝘦𝘳𝘰 𝘴í 𝘭𝘦 𝘪𝘯𝘧𝘭𝘶𝘺ó 𝘴𝘶 𝘭𝘦𝘤𝘵𝘶𝘳𝘢 𝘢 𝘏𝘶𝘨𝘩 𝘔𝘢𝘵𝘩𝘦𝘴𝘰𝘯, 𝘦𝘭 𝘱𝘳𝘪𝘮𝘦𝘳 𝘱𝘳𝘦𝘴𝘪𝘥𝘦𝘯𝘵𝘦 𝘥𝘦 𝘭𝘢 𝘙𝘛𝘊𝘓.

 

🔴 𝘚𝘦 𝘵𝘳𝘢𝘵𝘢 𝘥𝘦 𝘶𝘯 𝘭𝘪𝘣𝘳𝘰 𝘣𝘳𝘦𝘷𝘦, 𝘤𝘰𝘯 32 𝘱á𝘨𝘪𝘯𝘢𝘴, 𝘱𝘦𝘳𝘰 𝘤𝘰𝘯 𝘢𝘯á𝘭𝘪𝘴𝘪𝘴 𝘪𝘯𝘵𝘦𝘳𝘦𝘴𝘢𝘯𝘵𝘦𝘴 𝘴𝘰𝘣𝘳𝘦 𝘭𝘢 𝘩𝘪𝘴𝘵𝘰𝘳𝘪𝘢 𝘥𝘦 𝘭𝘢𝘴 𝘮𝘪𝘯𝘢𝘴, 𝘵𝘳𝘢𝘵𝘢𝘮𝘪𝘦𝘯𝘵𝘰 𝘥𝘦𝘭 𝘮𝘪𝘯𝘦𝘳𝘢𝘭, 𝘤𝘢𝘭𝘤𝘪𝘯𝘢𝘤𝘪ó𝘯, 𝘭𝘪𝘹𝘪𝘷𝘪𝘢𝘤𝘪ó𝘯, 𝘤𝘦𝘮𝘦𝘯𝘵𝘢𝘤𝘪ó𝘯, 𝘤𝘰𝘴𝘵𝘦𝘴 𝘥𝘦 𝘱𝘳𝘰𝘥𝘶𝘤𝘤𝘪ó𝘯 𝘺 𝘭𝘰 𝘮á𝘴 𝘪𝘮𝘱𝘰𝘳𝘵𝘢𝘯𝘵𝘦, 𝘭𝘢 𝘤𝘰𝘯𝘦𝘹𝘪ó𝘯 𝘢 𝘏𝘶𝘦𝘭𝘷𝘢 𝘢 𝘵𝘳𝘢𝘷é𝘴 𝘥𝘦𝘭 𝘧𝘦𝘳𝘳𝘰𝘤𝘢𝘳𝘳𝘪𝘭 𝘺 𝘲𝘶𝘦 𝘶𝘯𝘢 𝘷𝘦𝘻 𝘭𝘭𝘦𝘨𝘢𝘳𝘰𝘯 𝘭𝘰𝘴 𝘪𝘯𝘨𝘭𝘦𝘴𝘦𝘴 𝘭𝘰 𝘤𝘰𝘯𝘴𝘵𝘳𝘶𝘺𝘦𝘳𝘰𝘯 𝘦𝘯 𝘵𝘢𝘯 𝘴𝘰𝘭𝘰 25 𝘮𝘦𝘴𝘦𝘴 𝘥𝘦𝘴𝘥𝘦 𝘙𝘪𝘰𝘵𝘪𝘯𝘵𝘰 𝘩𝘢𝘴𝘵𝘢 𝘏𝘶𝘦𝘭𝘷𝘢.


🔵 𝘕𝘶𝘦𝘷𝘰 𝘷𝘰𝘭𝘶𝘮𝘦𝘯 𝘱𝘢𝘳𝘢 𝘭𝘢 𝘉𝘪𝘣𝘭𝘪𝘰𝘵𝘦𝘤𝘢 𝘴𝘰𝘣𝘳𝘦 𝘭𝘢𝘴 𝘔𝘪𝘯𝘢𝘴 𝘥𝘦 𝘙𝘪𝘰 𝘛𝘪𝘯𝘵𝘰



𝘍𝘶𝘦𝘯𝘵𝘦 𝘽𝙞𝙗𝙡𝙞𝙤𝙩𝙚𝙘𝙖 𝙙𝙚𝙡 𝙄𝙣𝙨𝙩𝙞𝙩𝙪𝙩𝙤 𝙂𝙚𝙤𝙡ó𝙜𝙞𝙘𝙤 𝙮 𝙈𝙞𝙣𝙚𝙧𝙤 𝙙𝙚 𝙀𝙨𝙥𝙖ñ𝙖 (𝙄𝙂𝙈𝙀, 𝘾𝙎𝙄𝘾):







domingo, 29 de diciembre de 2024

LUCIUS, EL ALFARERO DE RIOTINTO

Esta es la vida contada de Lucius Iulius Reborrinus, el alfarero romano de lucernas mineras de Riotinto. Una historia basada en dos extraordinarios hallazgos arqueológicos fortuitos descubiertos hace poco tiempo en las Minas de Riotinto. Uno encontrado en la necrópolis romana de la Dehesa y otro en el poblado minero de Cortalago.

 


Lucerna romana con las iniciales L.I.R. - Catálogo Minero de Riotinto

Lucius se levantó temprano, mucho antes del alba. Hacía frío y las nubes bajas cubrían aún los valles de Sierra Morena. Se calzó sus zapatillas de esparto y se dirigió a las dependencias del fogón. En la hornilla prendió una pequeña fogata con unos palos finos de madera de encina; el día anterior había comprado en el mercado unos puñados de café de cebada, su preferido, ya que le daba fuerzas para toda la jornada y en una olla de barro hizo un poco de café hervido. Bebió lentamente degustando cada sorbo, a la misma vez que olía ese aroma matutino en la oscuridad y el silencio de la noche. Lo acompañó con una buena hogaza de pan de trigo que había elaborado en el horno de leña días antes. A él le gustaba la corteza, dura, un poco resquemada y llena aún de harina. En una vasija de barro cocido con tapón de corcho tenía un poco de aceite de oliva, verde, de gusto amargo y sabor intenso y esparció un poco de ese líquido verdoso por la rebanada de pan.

Tenía por delante un día de mucho trabajo, le habían encargado un lote de quinientas lucernas para las minas de Aljustrel, situadas al sur de la provincia romana de Lusitania. Lucius Iulius había nacido en Olisipo, que después sería la capital de la provincia. Su padre le había enseñado la profesión de alfarero y en su juventud se fue a las minas para trabajar en su gremio. Las lucernas mineras que Lucius elaboraba en su pequeño taller eran de buena calidad. Seleccionaba la arcilla de los mejores campos; con su rehala de mulas iba hacia el sur, camino del Alentejo, para buscar la argamasa que fuera resistente para aguantar tanto el calor intenso de la llama, como los golpes que le daban a esa pieza de barro para trasladarla de uno a otro sitio.


Poblado minero de Cortalago


Amasaba la arcilla, la partía y la volvía a amasar como si fuera harina y al cabo de un buen rato de fuerza y destreza empezaba a darle forma a la lámpara. Sabía que no podría ser muy pequeña porque se apagaba rápido, ni tampoco muy grande porque no cabía en los huecos de las paredes de las galerías. Toda persona que entraba a trabajar en una mina, ya fuera libre o esclava, tenía que entrar con una lucerna de aceite para poderse iluminar. Una vez te adentraba 20 metros de la bocamina, la oscuridad era tan intensa, tan negra, que los ojos se salían de la órbita buscando una línea de claridad, parecía que había llegado al fin del mundo.

Las lucernas que elaboraba Lucius eran más bien planas, con un pequeño depósito para el aceite, un orificio en la parte central para llenar su contenido y otro en la parte delantera por donde se introducía una mecha vegetal que al prender el fuego salía una pequeña llama, que en la más absoluta penumbra, iluminaba lo suficiente como para dejar las dos manos libres y coger el pico para seguir cavando la veta de mineral de plata. En la parte alta del candil se torneaban algunas figuras de dioses, florituras o volutas con dibujos, pero esa eran las que tenían en sus viviendas y comercios los romanos más adinerados. Para las minas, las lucernas eran sencillas, sin adornos ni ornamentos y lo que pretendían era que cumplieran su función de iluminación para el trabajo diario. Finalmente, se remataba con una asa para poderlas coger y transportar de un sitio para otro.

Pero Lucius también quería que sus lucernas tuvieran su sello de identidad. Quería que las lucernas que él fabricaba fueran conocidas no solo en toda la provincia romana de Lusitania, sino en toda Hispania, en la tierra de conejos, y por ello se desplazó hasta la provincia cercana de la Bética, donde estaban las minas de plata más grande del imperio romano, desde donde se extraía la mayor parte de ese metal precioso que servía para pagar al invencible ejército romano, las conocidas Minas Imperiales de Riotinto. Por ello, en la base de las lámparas, el artesano alfarero sellaba cada una de las piezas con su seña de identidad, para que no se confundieran con las elaboradas por otros comerciantes, que él sabía que eran de peor calidad. De esta manera, antes de meterla en su horno de cocción y todavía fresca la arcilla, cogía su palo fino de madera, a modo de lápiz, lo introducía en su tintero de barro y las grababa con ese detalle de distinción y de calidad, que eran las iniciales de su nombre, L.I.R, Lucius Iulius Reborrinus.

Las famosas Minas de Plata de Riotinto se encontraban al este de Aljustrel, a unos seis días de camino en carro tirado por mulas, por las vías romanas de Emerita-Urium, conocida como la ruta de la plata. Así, que no se lo pensó dos veces cuando escuchó hablar de las afamadas minas imperiales y decidió ir a probar suerte a la otra provincia de Hispania. Pocas cosas iba a subir al carro para su traslado, pero lo primero que metió fue el torno fabricado con madera de rija, desmontado con su eje de acero, el mandil de cuero, una ánfora con vino tinto de la tierra, un trozo de tocino y varias piezas de pan. Para su negocio no tenía que llevarse muchos trastos, lo que más preciaba eran sus delicadas manos para la confección de las exquisitas lucernas y la sabiduría que había adquirido al cabo de los años de duro trabajo.

Tras cinco días de camino pensó que había llegado a las minas de Riotinto, pero al subirse a una elevada montaña, que la gente del lugar la llamaban Sierra Tharsis, pudo vislumbrar en la lejanía las grandes columnas de humo provocada por las cientos, miles de chimeneas de fundición de mineral que utilizaban para extraer la plata. Le faltaba aún un día camino en dirección a Hispalis, pasar por el poblado de Callensis Aenanicci y acceder por la calzada romana que va desde Urium hasta Onuba para llegar a la ciudad de Cortalago, en las Minas Imperiales de Roma, conocida tiempo después como Llano de los Tesoros.

Calzada romana en Callensis Aenanicci - Zalamea (foto Antonio Conejo)

Media jornada antes de llegar, se cruzó con un destacamento del ejército que estaba realizando las labores de control y seguridad en el Castellum del Castillejo de la calzada romana. Las minas romanas estaban gestionadas por el ejército, el cual llevaba el control de las labores de planificación minera y metalúrgica, asegurando el abastecimiento y suministro de materiales para consumo de la población. Al frente de estas minas estaban los Procuradores y el romano llamado Pudens, que aunque vivía en Itálica o en Híspalis, fue el procurador de las Minas de Riotinto y le dedicó una placa de bronce al emperador Nerva. 20 siglos después le pondrían el nombre de ese emperador al pueblo de la cuenca minera.

Cuando Lucius Iulius Reborrinus vio la ciudad de Cortalago desde lo alto del Cerro Colorado, no pudo imaginarse que en ella vivían cerca de 20.000 personas, en la que trabajaban otros tantos de esclavos y en la que había más de 1.000 pozos mineros y una gran actividad económica; por tanto supuso una excelente oportunidad comercial para este artesano especializado en la fabricación de estos útiles que eran muy demandados tanto para las minas como para el poblado minero, para uso doméstico y uso funerario. Cortalago, también llamado Urium, era un poblado lineal de unos 3 km de longitud y 200 m de anchura, de arquitectura pobre en materiales elaborados en el mismo sitio y donde la población estaba perfectamente surtida de materia prima de gran calidad, llegados de todos sitios de la comarca.


Poblado minero de Cortalago, Urium o Llano de los Tesoros

El alfarero llegó a mediados de siglo I a Cortalago, y se dirigió a la casa del gremio de los alfareros y ceramistas. Se presentó, le mostró sus productos y le dieron un sitio para empezar a trabajar al día siguiente. Lucius estaba acostumbrado al trabajo duro, pero joven como era, no dudó en tener un rato libre para ir a una taberna cercana a tomar un buen trago de vino llegado en grandes tinajas desde los pueblos de la tierra llana de la Bética.

A la mañana del día siguiente empezó a trabajar la arcilla mezclada con tierra rojiza extraída de la misma zona minera, donde era conocida como gossan, la cual le proporcionaba un característico color púrpura a cada una de las lucernas que elaboraba. Durante los siguientes meses el joven alfarero elaboró miles de lámparas tanto para uso de las minas imperiales, como para uso de las viviendas de la población de Urium; incluso llegó a tener varios encargos para las Minas de Tharsis, Peña de Hierro y las minas de cobre de Cerro Muriano en Córdoba.

Una tarde, cansado de tanto trabajar, fue a tomar un trago de vino a la taberna del Maxi, como solía hacer en muchas ocasiones. Al pasar por la domus del comerciante de telas, vio que salía por la puerta principal la esclava sirvienta del vendedor, quedándose prendado de su belleza, de rostro moreno, ojos marrones y pelo rizado color azabache. La chica, algo más joven que él, se hacía llamar Fortunata y a partir de ese día emprendieron una intensa relación amorosa, de cariño y amistad, aunque nunca llegaron a contraer matrimonio, ni a tener descendencia conocida, debido a la relación de “contubernia”, prohibida en la época.

Al liberto Lucius Iulius Reborrinus le fue bien el negocio, era conocido en toda la provincia por sus famosas lucernas y se hizo de un interesante capital. Fabricó miles de lucernas mineras y domésticas, que una vez rota quedarían esparcidas con el tiempo por todas las escombreras mineras.

Pero además, aparte de su trabajo y la relación amorosa con Fortunata, tenía otro ocio, la colección de monedas antiguas de distintas épocas. De esta manera Lucius llegó a tener hasta 113 denarios de emperadores romanos, como Nerón y Nerva y 3 monedas de oro, Aureus, de Vespasiano y de Trajano, el primer emperador hispano. La diferencia de edad entre las monedas que había coleccionado Lucius en el tiempo era tan solo de 80 años de antigüedad, pero de todos los emperadores romanos de ese periodo; desde la dinastía Julio-Claudia hasta la dinastía Antonina.

Aunque la cantidad de monedas que tenía el alfarero no tenía gran valor para su época, ya que al cambio suponían 752 sestercios y equivalían a dos meses del salario del funcionario mejor pagado, Lucius la ocultaba en una bolsita de cuero dentro de un agujero en la pared de su vivienda. Pero la mina avanzaba, siempre ha avanzado, se movía como un ser vivo, cambiado de forma y devorando todo aquello que se encontrara a su paso.

Aureo del emperador Trajano, año 114 d.C. 

Una tarde después de regresar de su taller, vio en la lejanía del Cerro San Dionisio como una parte del poblado de Cortalago, debido al ritmo acelerado de la actividad minera, se hallaba derrumbado. Y mucho peor fue cuando al acercarse vio que las habitaciones de su vivienda formaban parte de las nuevas escombreras formadas por miles de toneladas de escorias de mineral y restos de fundición, perdiendo todo el pequeño patrimonio que poseía, y entre ello la bolsa con su tesoro de monedas.


Lucius tenía que sobreponerse a este duro golpe de la realidad y, junto a su amada Fortunata , continúo trabajando de manera intensa en lo que mejor sabía hacer, la fabricación de lucernas de arcilla, hasta que un día a la edad de 41 años falleció, en el siglo II d.C., en época del emperador Adriano.

Denario del emperador Nerva, año 96 d.C. 


Casi veinte siglos después, en el año 1970, los arqueólogos José María Luzón y Diego Ruiz, haciendo unas excavaciones arqueológicas en la necrópolis romana de la Dehesa en las Minas de Riotinto, se encontraron de manera fortuita con un extraordinario hallazgo: un enterramiento de incineración rodeado por un muro de sillares, el cual estaba cubierto por una gran losa de pizarra que en el centro tenía perforado un hueco para una pequeña losa de mármol. Esta losa contenía la siguiente inscripción:

D.M.S.
L. IVLIVS. REB
VRRINVS. OLIS(i)P
AN. XLI. H.S.E.S.T.T.L.
FORTUNATA. CON.
TUBERNALIS. F.C
 
CONSAGRADO A LOS DIOSES MANES
LUCIUS IULIUS REBURRINUS. OLISIPO [Lisboa].
DE 41 AÑOS, AQUÍ ESTA ENTERRADO. SEA PARA TI LA TIERRA LEVE.
FORTUNATA SU CONTUBERNAL
SE OCUPO DE QUE FUESE CONSTRUIDO

En la excavación de la sepultura se encontró además una pieza pequeña de hierro muy oxidada y un tintero de arcilla de color rojo brillante.

Aunque la saga familiar de los Reburrinus solían dedicarse al oficio de alfareros, no sería aventurado suponer que el finado Lucius Iulius Reborrinus fuera el alfarero L.I.R de las lucernas mineras del suroeste peninsular, no sólo por la coincidencia de las iniciales de su nombre en la placa del enterramiento y en cientos de fragmentos de lucernas encontradas por toda la zona minera, sino también por la coincidencia con la edad cronológica en la que se desarrolla la vida de este personaje.

Algunos años más tarde, en el verano de 2017 durante las excavaciones arqueológicas realizadas a cargo de la empresa Atalaya Mining en el yacimiento romano de la ciudad de Cortalago, en un muro del poblado donde se depositaron vertidos con escorias, fragmentos de hornos, carbones, etc, se encontró un grupo de monedas compactado en un fuerte bloque y varias monedas sueltas que se habrían desprendido del mismo montón. La disposición agrupada de las monedas, podría suponerse que se habían ocultado en el interior de una bolsa de cuero que con el tiempo habría desaparecido.



El tesoro altoimperial de denarios y aúreos del vicvs minero de Cortalago, como lo denominan los arqueólogos, contiene 116 monedas en un excelente estado de conservación, formadas por 113 denarios y 3 áureos perteneciente a un periodo de 80 años, desde el 64-65 del emperador Nerón hasta el año 143 d.C. del emperador Antonino Pío y que debido a su escaso valor comercial, pudiera haberse coleccionado por otro interés distinto al económico; por ejemplo, como nos sugiere este artículo, por puro interés numismático. Pero como se observa en la fotografía del hallazgo, las monedas estaban bien guardadas y apretadas en un pequeño saco que le había dado la forma durante siglos para tener una mayor protección.

Esta es la historia de la vida cotidiana de Lucius Iulius Reborrinus, el alfarero de Lucernas romanas de las Minas de Riotinto. Una historia imaginada que pudiera haber sido realidad gracias a las investigaciones realizadas por el grupo de arqueólogos. L.I.R, el alfarero de Riotinto, habitante de Urium durante el siglo II d.C. en época del emperador Adriano, que grababa las piezas con su tintero de arcilla roja, coleccionista de monedas de emperadores romanos y que fue incinerado en la necrópolis romana de la Dehesa por su amada Fortunata .


    Lucerna romana con las iniciales L.I.R. - Catálogo Minero de Riotinto

BIBLIOGRAFÍA                                                                 

·  https://dialogosenlacallesanz.blogspot.com/ 

· 1970-JM LUZON NOGUE-EI poblado minero romano de Riotinto

· 2017 - El tesoro altoimperial de denarios y aúreos del vicvs minero de Cortalago- Alicia Arévalo y Elena Moreno - UHU.ES

· 2017- Alfares onubenses - Jessica O´kelly - UHU.ES 

· 2006 - Catálogo Museo Minero de Riotinto

· 2021 - Urium. El poblamiento romano en las Minas de Riotinto- Juan Aurelio Pérez Macías, Luis Iglesias, Aquilino Delgado - Onoba Monografías-nº 11-2021

· 1994 - Domínguez Cornejo, M. y Domínguez Pérez de León, A. – Zalamea la Real. Aproximación Histórica - Ayuntamiento de Zalamea la Real



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