Riotinto pintado por Richard Ford el 14 de mayo de 1832 - Lápiz sobre papel -Colección de la Familia Ford, Londres
Richard Ford nació en Londres en 1796, era hijo del abogado, parlamentario y creador de la policía montada de Londres también llamado Richard Ford. Heredó una gran fortuna de su abuelo que fue coleccionista de arte y director de la Compañía Británica de las Indias Orientales y aunque se graduó en leyes en Oxford, nunca llegó a ejercer. Ford llegó a relacionarse con el duque de Wellington y con el mismísimo Beethoven en Viena y posiblemente haya sido la personalidad extranjera que más ha contribuido a difundir la imagen de España al resto de Europa.
En 1824 se casó con Harriet Capel, la hija del conde de Essex. Pero la señora Ford tenía una salud delicada y cuando en 1830 enfermó, su marido decidió llevarla junto a sus tres hijos, no a Lisboa que era en aquel momento un punto de reunión de los enfermos británicos, sino a otro lugar donde disfrutara de un clima seco y caluroso al sur de Europa. Se estableció en Sevilla, por su cercanía a Gibraltar, que habían llegado días antes navegando en el vapor H.M. Brig Guardian y ascendido por el Guadalquivir hasta Sevilla.
Se hospedaron en pleno Barrio de Santa Cruz, en la plaza de San Isidoro, num.10 durante los siguientes tres años, aunque los veranos los solía pasar en la Alhambra de Granada, en el Palacio del Partal, al igual que hiciera su amigo e historiador americano Washington Irving, autor de los famosos Cuentos de la Alhambra.
Desde el primer momento Ford se sumergió en la vida cotidiana de Sevilla. No frecuentó mucho la sociedad aristocrática, sino que se interesó por el baile andaluz, el teatro, la caza, los toros, la literatura, los libros y la pintura española; de hecho era buen dibujante y pintó una gran cantidad de acuarelas y dibujos a carboncillo de paisajes y de la arquitectura española que permiten reconstruir la imagen de España, tal como era en los años posteriores a la guerra contra Napoleón.

Como amante de la pintura también adquirió cuadros de Murillo y Zurbarán que había comprado en su periplo español. Durante su estancia en Granada, Ford se hizo de una tabla decorativa medieval tallada en madera a modo de friso de la Torre de las Damas, en el Palacio del Partal de la Alhambra, de unos 2,25 metros de longitud y que era una parte muy importante del conjunto monumental nazarí, posiblemente de la época del sultán Muhammad III (1302-1309). Después de casi 200 años la familia descendiente de Ford entregó en el año 2021, en un gran gesto de generosidad, ese arrocabe al Patronato de la Alhambra y Generalife para que una vez restaurada se incorporara nuevamente al monumento granadino y luciera otra vez con todo su esplendor.
Pero Richard Ford era un hombre activo e inquieto y durante los tres años que permaneció en España decidió recorrer por puro placer todo el país montado en un caballo cordobés ataviado con traje de bandolero andaluz, realizando más de tres mil kilómetros en su andadura. Desde Andalucía hasta Galicia, Madrid, Cataluña, Valencia, Aragón, País Vasco, Extremadura, Castilla La Mancha y Castilla León. Cuenta la historia que pretendió obtener un salvoconducto del conocido bandolero José María el Tempranillo, pero nunca lo llegó a encontrar.
LA VISITA DE RICHARD FORD A RIOTINTO
Un arroyo delgado verde y color de cobre se retuerce bajo un bosque de abetos y es el río teñido del que el pueblo toma su nombre.
El día 13 de mayo de 1832 Richard Ford parte a caballo desde Sevilla con su mozo de cuadra para realizar una larga expedición hasta Santiago de Compostela, por la Vía de la Plata, pasando por Riotinto y Aracena.
La Ruta VIII desde
Sevilla hasta Riotinto la define así:
“Una gira a caballo por malos
caminos y peores posadas; cuídese de ir bien provisto de comida. Por varios
motivos es aconsejable llevar una escopeta inglesa de dos cañones”.
Tras pasar por la Venta de Pajanosa, Algarrobo y El Castillo de las Guardias y recorrer 13 leguas, el
lunes 14 de mayo de 1832, llega al pueblo de Minas de Rio Tinto.
Richard Ford relata así su llegada al pueblo minero de Riotinto.
80 años antes que Concha Espina en su
Metal de los Muertos, Ford ya había
definido a estas minas como un suburbio
infernal.
El
lado rojo y desnudo de la montaña de cobre, la Cabeza Colorada con nubes de
humo caracoleando sobre oscuros pinares anuncia desde lejos las famosas minas.
Las cercanías inmediatas del pueblecito son semejantes a las de un suburbio
infernal, el camino está hecho de cenizas quemadas y escoria, las paredes se
componen de ganga semejante a la lava, mientras que los mineros demacrados con
rostros descoloridos y ropa ennegrecida parece dignos habitantes de tal lugar;
un arroyo delgado verde y color de cobre se retuerce bajo un bosque de abetos y
es el río teñido del que el pueblo toma su nombre.
El famoso Río Tinto ya contenía grandes proporciones de metales pesados y Richard Ford se hace eco de lo que había narrado Diego Delgado en 1556 a Felipe II.
Este
arroyo fluye del interior mismo de la montaña y se supone que está unido a
algún conducto interno antiguo aún por descubrir y es de aquí de donde se
obtiene el cobre más puro; se colocan barras de hierro en cauces de madera que
se sumergen en el agua cuando se deposita en ella alguna cáscara o partícula
metálica que es arrojada de allí; la barra es entonces sometida al mismo
proceso hasta que queda completamente corroída. El agua es mortalmente venenosa
y ni animales ni vegetales pueden vivir cerca de ella ya que mancha y corroe
todo lo que toca.
Respecto a la constitución
del pueblo de Riotinto, en el que solo estuvo un día durante su visita, Ford se
informó muy bien y lo describe como sigue:
El
pueblo está construido a cosa de una milla de las minas y fue edificado por un
cierto Liberto Wolters, un sueco a quien Felipe V concedió las minas en
arrendamiento, pero revirtieron a la corona en 1783.
Está
habitada principalmente por mineros, pero hay una posada decente; los empleados
y la gente oficial tienen una calle para ellos solos. La vista desde lo alto de
la iglesia es notable, la ciudad ya a nuestros pies con su arroyo y sus
naranjales; a la izquierda se levanta la cortada montaña de cobre, envuelta en
coronas sulfúricas de humo, mientras a la derecha, la magnífica ladera llena de
abetos se abastece de combustible a los hornos, La Mesa de Los Pinos, está
apuntalada por una interminable extensión de colinas cubierta de cistos.
Richard Ford también se
interesa por el duro trabajo de los mineros.
Visítese
el Castillo de Salomón en la Cabeza Colorada. Al entrar en la galería se llega enseguida
a un pozo al que se baja por una escalerilla hasta llegar a una galería más
profunda, el calor aumenta con la profundidad ya que no hay ventilación; en el
fondo el termómetro llega a 80º Fahrenheit (27º C) y los mineros que hincan
cuñas de hierro en la roca antes de utilizar los explosivos, trabajan casi
desnudos y la poca ropa que llevan está completamente empapada de sudor. La
escena es sombría, el aire denso y venenoso, el relucir vacilante de las luces
de los mineros azul e irreal; aquí y allá se ven figuras con lámparas colgando
del pecho que van de un lado para otro como inquilinos de los salones de Eblis y
desaparecen bajando con escala a la profundidad más honda. Es melancólico el
sonido de la piqueta del trabajador solitario, que, sin otra compañía que sí
mismo, en su hornacina de piedra, martillea su prisión de roca como un demonio
encarcelado que trata de salir por la fuerza hacia la luz y la libertad.
… y relata, de manera
breve pero precisa, el método de producción de cobre en la etapa de
arrendamiento de las Minas de Rio Tinto al Marqués de Remisa:
El
cobre se encuentra en forma de piritas de hierro y produce alrededor del 5%.
Las estalactitas son muy bellas porque dondequiera que el agua gotea por el
techo de la galería forma carámbanos que se dirían de esmeralda y amatistas,
pero estos brillantes colores se oxidan al aire libre, cambiando enseguida a
marrón pardoso. Cuando la zafra o mineral bruto se extrae, se lleva a la
calcinación en la cumbre del monte y allí se quema tres veces al aire libre; el
azufre se sublima y se disuelve en nubes de humo, mientras el metal bruto que
parece una especie de carbón de hierro es llevado a ser fundido en casa
situadas junto al arroyo cuya agua mueve los fuelles. El metal se mezcla
primero con partes iguales de carbón y escoriales, prefiriéndose para esto los
antiguos, y luego se funde con brezo, que es una especie de combustible
compuesto de cistos y romero. El hierro fluye como lava y el cobre se precipita
en un cuenco o copella situado debajo. Luego se refina en hornos o reverberos y
así pierde cosa de un tercio de su peso; la espuma y las impurezas se raspa con
una azada de madera. El cobre puro entonces es enviado a Sevilla a la fundición
de cañones o bien a Segovia a ser acuñado.
Como no podía ser menos
que otros lugares que Richard Ford visitara en 1832, también realiza un
extraordinario dibujo a lápiz sobre papel del pueblo de Riotinto.
Este es el único dibujo
que tenemos de esa época y que gracias a la
Colección de la Familia Ford de Londres se puede disponer de este inédito
documento gráfico del antiguo pueblo de Riotinto.
Richard Ford no era un artista profesional, le atraían lugares, a priori, poco relevantes, y cuando se acercaba a pueblos y ciudades prefería las vistas generales retratando el entorno y su periferia, como lo hizo en Riotinto. Sus dibujos y acuarelas sirven por tanto como memoria fiel de un tiempo que no conocimos y que ahora podemos verlo como si se tratara de una ventana abierta al pasado.
Se trata de un dibujo a lápiz sobre papel del desaparecido pueblo de Riotinto, en época del arrendamiento de las minas al Marqués de Remisa al borde de la corta filón sur, visto desde la parte oeste, centrado como valor principal en la torre de la iglesia de Santa Bárbara y en sus casas de alrededor. Iglesia construida en la zona central del pueblo sobre 1769 en época de Francisco Thomás Sanz. Una iglesia con campanario y reloj con capacidad para 600 fieles, que años más tarde se ampliaría para 900 personas y cinco retablos, el mayor de ellos dedicado a Santa Bárbara. Al final de la manzana que ocupaba la iglesia sería construido el ayuntamiento del pueblo, al lado de lo que sería la Plaza de la Constitución, pero según se puede observar en el dibujo de Ford aún no han sido derribadas esas casas para levantar el consistorio. Frente de la iglesia los ingleses construirán el edificio de ladrillos vistos de la dirección de la Rio Tinto Company Limited.
La montaña dibujada en la parte izquierda del papel se corresponde con el famoso Cerro Salomón y la pintada en la parte derecha es el conocido Cerro de las Vacas, al que se accede por un serpenteante camino. El pueblo se derrama sobre las laderas del Cerro Salomón para terminar en las fértiles huertas de árboles frutales situadas al lado del viajero pintor.
Todo el entorno de Riotinto lo pinta como cuentan las crónicas de la época, lleno de arboleda, como pinares, encinas, alcornoques y de monte bajo como jaras, brezo, jaguarzos y que años más tarde arrasaría el monte la explotación de las teleras del arrendatario de las minas al Marqués de Remisa. Pero a Ford le gustaba plasmar en sus dibujos la vida cotidiana y social, por eso pintaba algunas personas en su entorno y en el caso de Riotinto pinta a varios personajes por las calles del pueblo, en las esquinas y a otras personas como si fueran camino del huerto; huerto de minero.
Según describió Pascual Madoz en su Diccionario Geográfico-Estadístico algunos años después, en las laderas del Cerro Salomón, se construyeron las viviendas del pueblo y que cuando Ford las dibujó en 1832 había unas 153 casas modernas de buena construcción repartidas en diferentes calles y plaza, empedradas y muy limpias, contando con 170 vecinos ó 844 almas. Tiene una escuela de instrucción primaria concurrida para 30 niños y otra de niñas. El terreno es muy pintoresco cercado de montes cubiertos de pinos; el clima es muy sano y no se conocen enfermedades endémicas. Hay unas 7 huertas de frutales, ganado cabrío en corto número y caza de conejos y perdices. Todos los vecinos son operarios de las minas y hay además 4 molinos harineros. La riqueza productiva no se puede determinar por cuanto el pueblo y su pequeño término son de la hacienda pública.
Al día siguiente de la corta estancia en Riotinto, 15 de mayo de 1832, Ford partiría temprano camino de Aracena, a cinco leguas de distancia y seis horas a caballo, llegando a Campo Frío pasando por aromáticas dehesas, colinas verdes y cielos azules.
En
1833 Richard Ford regresa con su familia a Inglaterra quedando enamorado del
país donde residió tres años atrás, incluso continuó manteniendo la forma de
vestir al estilo español, con la zamarra hecha con piel y lana de oveja merina
que había utilizado durante sus viajes por España, enamorándose de estas
tierras y de sus gentes.
En
los jardines de su casa de Exeter, al suroeste de Inglaterra, plantó flores y
cipreses imitando el Generalife de la Alhambra, edificó una casa de estilo
neomudéjar, copiando las yeserías y alicatados de Granada y adornó el patio con
césped y macetas como se embellecía en Andalucía. Allí instaló una extensa
biblioteca de libros en español junto a su gran obra pictórica de más de 500
dibujos a lápiz, tinta y acuarelas de sus viajes por España y plasmado en
papeles de muy diversa calidad y formato. Los dibujos pintados por Richard Ford,
realizados antes de nacer la fotografía, han permanecido hasta hoy en poder y
custodia de su familia, que ha conservado ese maravilloso legado en su
integridad, único referente ilustrado para conocer los paisajes españoles de
los años 30 del siglo XIX.
En 1844 Richard Ford, a través John Murray el editor más conocido del momento, decidió escribir una guía contando toda su experiencia y recuerdos vividos sobre los paisajes y costumbres de España, titulando el libro Handbook for Travellers in Spain - Manual para viajeros en España - y aunque resultó ser demasiado largo, con 1.064 páginas, y caro para la época, con un precio de 30 chelines, en el primer día se vendieron seiscientos ejemplares de los dos mil de la tirada inicial, causando de inmediato una gran impresión y aceptación entre el público, por lo que ha sido considerado como uno de los mejores libros de viaje del siglo XIX que se han publicado sobre España en lengua inglesa.
En la introducción del libro Ford escribe “Los viajeros que aspiran a lo romántico, lo poético, lo sentimental, lo artístico, lo antiguo, lo clásico, en una palabra a cualquier tema sublime y bello, encontrarán en el actual y el antiguo estado de España material suficiente si vagan con lápiz y cuaderno en ristre por este curioso país, que oscila entre Europa y África, entre la civilización y la barbarie”.
En 1847 aparece una segunda edición más corta y en 1855 una tercera aún más abreviada también en inglés y en la que inserta esta extraordinaria frase en la portada del ejemplar:
QUIEN DICE ESPAÑA – DICE TODO
El libro, escrito de manera pintoresca, describe muchos detalles de las costumbres españolas de la época, los caminos de herradura, las posadas, los caballos, la vestimenta, la cocina, los vinos, los toros, las fiestas, la medicina, el tabaco, los contrabandistas y la geografía española.
De Richard Ford se
puede decir que ha sido la personalidad extranjera que más ha contribuido a
difundir la imagen de España al resto de Europa.
Tres años más tarde de
publicar su obra cumbre, Handbook for Travellers in Spain, el 31 de Agosto de 1858, y sin haber vuelto nunca a su
querida y añorada España, moría Richard Ford. Sería enterrado con su chaqueta
negra española, hecha con piel de oveja, todo un acto que le unía
definitivamente a España, el país que tanto amaba.
En el diario inglés The Times apareció un obituario escrito
por William Stirling que no dudó en afirmar, al referirse al “Manual”, que “un logro literario tan grande no había sido llevado a cabo nunca bajo
un título tan humilde”.
El funeral tuvo lugar
en Heavitree, Exeter y en su lápida se puede leer la siguiente inscripción,
“Rerum
hispaniae indagator acerrimus”
“El más inteligente investigador de las cosas de España”, como bien correspondía al más entusiasta hispanista del siglo XIX, al curioso impertinente como diría Ian Robertson, al viajero pintor, al viajero romántico enamorado de España.
AGRADECIMIENTOS
- Francisco Javier Rodríguez Barberán, comisario de la Exposición Richard Ford. Viajes por España (1830-1833) del Museo de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando de Madrid
BIBLIOGRAFÍA
- https://dialogosenlacallesanz.blogspot.com/
https://www.realacademiabellasartessanfernando.com/assets/docs/catalogos_exposiciones/Richard_Ford/Richard_Ford-Cat1.pdf
- Handbook for travellers in Spain. Richard Ford. John
Murray, London, 1855
- Richard Ford y Sevilla (1830-1833). Una Antología –
Francisco Javier Rodríguez Barberán - Ayuntamiento de Sevilla 2007
- Las cosas de España – Richard Ford – Prólogo de Gerald
Brenan – Ediciones Turner 1974
- Manual para viajeros por Andalucía y lectores en casa –
Richard Ford – Ediciones Turner 1980
- Diccionario Geográfico-Estadístico-Histórico de España y sus posesiones de Ultramar – Pascual Madoz – 1845-1850
. https://museobandolero.blogspot.com/2013/11/viajero-romantico-richard-ford.html
https://historiadelaprovinciadehuelva.blogspot.com/2019/11/los-viajes-del-hispanista-britanico
. https://barbararosillo.com/2022/10/09/richard-ford-un-viajero-ingles-en-la-espana-del-romanticismo/
https://www.zendalibros.com/richard-ford-escribe-de-espana-en-1830
https://en-clase.ideal.es/2019/10/25/mustapha-busfeha-garcia-dijeron-de-granada-xxvii-richard-ford
. https://www.alhambra-patronato.es/notas-prensa/la-alhambra-recupera-un-arrocabe-medieval-de-la-torre-de-las-damas-desaparecido-casi-dos-siglos